Tiramos de tarjeta… hasta en el chiringuito
La cuantía media de los pagos electrónicos cae un 2,5%, pero su uso aumenta casi un 11% en un año.
A nadie se le escapa que sacar la tarjeta del monedero ya es un gesto tan habitual, o más, como el de buscar billetes en algún bolsillo. La generalización de los pagos electrónicos ha llegado a tal punto que muchos ciudadanos se valen de sus plásticos en el establecimiento más inesperado, donde hasta hace poco no contaban ni con un terminal de pago (TPV).
Este verano, el chiringuito es un buen ejemplo de esa realidad. Pero sólo uno, porque en las panaderías, las tiendas de conveniencia, las heladerías y hasta en los transportes públicos ya no se paga en efectivo, por pequeño que sea el importe a abonar.
La cuantía media del gasto realizado con los 75 millones de tarjetas en vigor en toda España se redujo un 2,5% en 2016, según el Banco de España. En concreto, durante ese año se contabilizaron 124.406 millones de euros gastados a través de TPV en los comercios, para un total de tres millones de transacciones –cada una de las veces que los titulares pasaron la banda magnética por el terminal–. Es decir, a una media de 40.848 euros.
Un año antes, en 2015, se registraron 112.330 millones de euros en compras con tarjeta para 2,6 millones de operaciones de compra. Esto es, un gasto medio de 41.853 euros. Desde 2009, la caída acumulada ha sido del 9%.
Hay un auge en el uso de tarjetas, ya sea de crédito o débito, en el día a día de los ciudadanos
Para comprender esta realidad, hay que analizar la evolución de los importes gastados con tarjetas y la frecuencia de su uso, dos variables que han ido en ascenso, pero cada una con un paso diferente. La cuantía media abonada en cada compra ha descendido porque el ritmo al que han avanzado una y otra ha sido distinto.
Por ejemplo, el dinero pagado con plásticos subió el año pasado en unos 12.000 millones de euros, lo que implicó un avance del 10,7% con respecto a 2015. También lo hizo el número de operaciones contabilizadas, en casi medio millón, lo que en términos relativos supone un ascenso del 13,5%. Es decir, el mero uso de las tarjetas avanzó con una velocidad un 20% superior al del gasto asignado a estos pagos en euros.
Todas estas cifras reflejan un auge en el uso de las tarjetas –ya sea en la modalidad de crédito o débito– en el día a día de los ciudadanos. La facilidad para acceder a cualquier comercio con TPV, la comodidad a la hora de abonar las compras y el estancamiento en el efectivo han servido de caldo de cultivo para esta nueva realidad financiera.
Cambios en los hábitos
Los hábitos del consumo de los españoles ya pasaron por un punto de inflexión el año pasado, cuando el dinero que movían las tarjetas superó al de los cajeros automáticos. En ese ejercicio el importe de las extracciones de efectivo se quedó por debajo del asignado a la operativa con tarjetas. En el primer caso, se alcanzaron los 124.000 millones de euros mientras que en el segundo no llegó a los 118.300 millones.
Era la primera vez que el dinero electrónico adelantaba al que salía de los terminales que los dispensaban en las entidades financieras. De hecho, el hábito de acudir a uno de esos cajeros para proceder a la retirada de billetes se ha paralizado y no consigue regresar a las mejores cifras históricas, registradas entre 2007 y 2008, justo antes de la crisis.
Por entonces, los cajeros contabilizaron más de un millón de operaciones, unas cifras que después fueron descendiendo hasta las 901.000 del año 2013. Desde entonces, el uso de cajeros ha mejorado, aunque lo ha hecho casi imperceptiblemente. Entre 2015 y 2016, este hábito apenas se incrementó un 0,5%. Estas estadísticas contrastan con los ascensos en el uso de TPV, con lazas de entre el 2% de 2013 hasta el 13% del primer trimestre de este año, pasando por el 8% de 2014 y el 7,2% de 2015.
No es casual que el uso de cajeros se encuentre neutralizado, no solo porque la popularización de las tarjetas es innegable, sino porque la red de terminales con los que cuentan las entidades para dispensar dinero a sus clientes se ha ido reduciendo a medida que cerraban las sucursales.
Fuente: Diari de Tarragona